Pareciera que fuese hace más
tiempo, pero recién se está cumpliendo una semana desde que Mauricio Macri
asumió la presidencia. El cambio de estilo es notable. No tuvimos en estos días
un presidente gritando delante de un micrófono, echándole la culpa a los medios
de comunicación, retando a un ciudadano por cadena nacional, amenazando a otros,
ni mostrándose como salvador o refundador de una nueva argentina.
Tampoco escuchamos a
funcionarios ocultando problemas o apuntando a otros sectores de la sociedad
como enemigos de la patria. Llamativamente, para lo que veníamos acostumbrados,
todas las declaraciones se basaron en comunicar las nuevas medidas, en contar
en qué están trabajando y cómo piensan hacerlo para tranquilidad de todos los
ciudadanos. 
Al mismo tiempo, el supuesto
equipo de resistencia que pretendía dejar la “comandante” CFK, parece haber
abandonado las trincheras y entendido que tal conflicto no existe. El relato
perdió a su actriz principal y con ella se ha desmoronado. Hasta en las redes
sociales se puede ver como cada vez son menos los que parecieran quedar
gritando solos, pronosticando todo lo malo que vendrá de la mano del nuevo
gobierno. Gritan en soledad porque se han quedado sin público que compre ese
“cuento”. Esa etapa terminó.
En este nuevo tiempo, las
expectativas de la sociedad son muy altas. Me atrevería a decir que son las
mayores de los últimos tiempos, excepto por la vuelta a la democracia con
Alfonsín, donde estaba en juego nada más y nada menos que poder vivir en
libertad. Por ello, Cambiemos no se pude dar el lujo de no estar a la altura de
las circunstancias. Estamos ante una oportunidad histórica de cambiar la
cultura política argentina y dar un nuevo rumbo al país. Los desafíos son
múltiples.  
Los encuentros de Mauricio
Macri con todos los ex candidatos a presidente, sumados a la reunión con los 24
gobernadores, dejaron varios mensajes. Por un lado, transmitir la necesidad de
unidad, pero también de respeto a todos los argentinos. Tanto los gobernadores
como los ex candidatos fueron votados por miles de ciudadanos a quienes
representan. Por otra parte, el de la apertura de una puerta para poder volver
a revisar el federalismo en el reparto de recursos. Esta ultima una cuestión en
la que Corrientes ha sido castigada por capricho en los últimos años y que
esperamos con ansias que sea revertida. 
Otro desafío será mantener los
derechos sociales, a la vez que se recupera la cultura del esfuerzo. Los
reclamos y el enojo de varios sectores en este sentido son manifiestos. Nadie
está en contra de que se ayude a aquellos que lo necesitan y que sin ese sostén
se encontrarían en una situación de mayor vulnerabilidad aun, pero la mayoría
no está de acuerdo en que muchos vivan del Estado bajo un sistema clientelar de
uso político. Para poder reconstruir la cultura del trabajo es fundamental que el
nuevo gobierno genere las condiciones para la creación de empleo genuino. Es
difícil pretender que la gente se emplee si no están dadas las condiciones
económicas. 
Para que la economía crezca,
entre tantas otras medidas, hay una fundamental sobre la que se basa todo el
sistema: el valor de la confianza. Ésta es clave tanto para que vengan
inversiones de afuera, como para que inviertan los de adentro. Desde el
comercio más chico hasta la empresa más grande, a la hora de invertir y crear
nuevos puestos de trabajo, quieren saber qué pasará en el futuro. Dar
certidumbre a esas expectativas es un gran desafío. A juzgar por los pocos días
de gobierno que lleva esta administración, debo decir que se va cumpliendo con
creces, por la sencilla razón de que están haciendo lo que prometieron. Ni más
menos que cumplir con la palabra empeñada.   
Por otra parte, esta nueva etapa
debe cambiar la cultura que indica que es lo mismo delinquir que no hacerlo. Respecto
a esto, el presidente ha dicho que iba a ser implacable con la corrupción,
palabra que nunca escuchamos de boca de los dos últimos presidentes. Ahora es
importante que, más allá de decirlo, empecemos a ver acciones concretas en los
próximos tiempos. Necesitamos como sociedad que quien las haga las pague. El
ejemplo debe venir desde arriba, para que todos sepan que pueden ser juzgados
sin privilegios. Si bien gran parte es tarea del Poder Judicial, que  no depende de Macri, es importante la
definición política que ha dado el presidente, porque implica que no encubrirá,
ni apretará jueces, y dejará trabajar a la oficina anti corrupción con libertad.  
Otro eje central, si es que se
quiere avanzar en un cambio profundo del sistema político, es el de la reforma
del sistema electoral. Es sumamente necesario terminar con el sistema actual de
boletas múltiples y pasar al voto electrónico, boleta única o boleta única
electrónica. Hacerlo implica profundizar la democracia en varios aspectos, sobre
todo, en tanto a darle mayor transparencia y mayor respeto a la voluntad
popular. Cuanto más transparente un sistema electoral,  más se respeta lo que quiere elegir la gente y
menos atadas quedan a estructuras y al clientelismo político de turno.  
No será sencillo avanzar en
estos aspectos, pero es sumamente necesaria la reconstrucción de la unidad, del
federalismo, de la cultura del trabajo, de la justicia y la modernización del
sistema electoral. Así como también es vital que el próximo gobierno se ponga
objetivos ambiciosos que nos inviten a soñar como pueblo. Volver a querer ser
un país líder en la región en desarrollo, educación y crecimiento económico.
Pensar en tener un sistema de salud de primera calidad y donde el que quiera
salir adelante tenga todas las oportunidades, es una tarea enorme pero que vale
la pena. 
Para cumplir con estos
objetivos es importante ser coherentes, pero sobre todo tener el compromiso de
hacerlo y trabajar muy duro para ello. Hasta ahora parece ser este el camino,
el de hablar menos y hacer más. Usar menos el pico y más la pala.  
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